Hna. Rosa N. Aldui, SdJ.
Los días 1 y 2 de septiembre, se celebraron en la Casa Provincial de Madrid los Cursillos de Espiritualidad, que este año llevaban por título: “Abrazar nuestra vulnerabilidad”. Estuvieron dirigidos por el Padre Eduardo Sanz de Miguel, O.C.D.
Me llamaron especialmente la atención los siguientes puntos:
Creemos en un Dios débil:
Dios es amor (Jn 4,16) y el amor es vulnerable porque no se impone, y puede ser acogido o rechazado por parte de las personas amadas. Dios sufre nuestros rechazos y nuestros fracasos porque nos ama, porque no es indiferente a lo que nos sucede.
La vulnerabilidad de Cristo no fue impuesta, Él la asumió voluntariamente desde su nacimiento en un pesebre, como un bebe indefenso, hasta la muerte en la cruz como un delincuente común.
Es posible ser felices con dificultades:
Dios nos ha creado para la felicidad, por eso quiere ayudarnos a comprender en que consiste y quiere mostrarnos el camino para encontrarla, para ser feliz hay que esforzarse, luchar y discernir para superar con paz las contradicciones de la vida. Dios quiere nuestra felicidad, pero respeta nuestra libertad, nos indica el camino correcto, pero no nos obliga a recorrerlo. Ser feliz consiste en parecernos a Jesucristo, que no vino a ser servido sino a servir. Jesùs nos ensena que la felicidad no está en la ausencia de enfermedades o dificultades, podemos ser felices incluso cuando lloramos o sufrimos, porque Dios elige caminos sorprendentes para manifestarse: en nuestras derrotas, en nuestros límites y en nuestra debilidad se manifiesta su grandeza y su poder.
La aceptación:
La sana aceptación de nuestra debilidad nos ensena a poner nuestra confianza solo en Dios. Vivir reconciliados con nuestra historia personal es el fundamento para poder aceptar a los demás tal como son. Debemos asumir nuestra debilidad gozosamente y amarla porque Dios nos ama con un amor único e irrepetible tal y como somos. Que Dios nos permita conocernos en nuestra verdad más profunda, para poner nuestra confianza solamente en El.
Al final de cada día nos reuníamos con la Madre Provincial, Mª Socorro Martínez y la Madre Secretaria para compartir nuestras experiencias, eran verdaderos encuentros fraternos, sobre todo compartíamos nuestro gozo y alegría.
Doy gracias a Dios por haber participado en estos cursillos, no lo había imaginado. A la Madre Provincial, a mi Madre Superiora y comunidad, y a todas las Madres y Hermanas que han colaborado para que se realice este encuentro maravilloso, ¡gracias, muchas gracias!
Gracias Señor Jesús, por todo lo que me das.