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Sor Carmen Señor, SdJ

Hemos sido llamados a vivir una vida en plenitud, sí, la plenitud del Amor que Dios ha derramado en nuestro corazón.

Todo lo que en nuestra vida es gracia, es don, es vida, es regalo… también es lugar de ataque y tentación, como es el desierto, la comunidad y un sinfín de cosas.

En todo lo que es lugar de gracia, ahí el enemigo pone la tentación. En el Salmo 62 leemos: “Tu gracia vale más que la vida”; pues aquí es donde el enemigo ataca. Y este camino cuaresmal es ir descubriendo, viviendo, agradeciendo a Dios, nuestro Padre, tanta gracia, tanto don, tanto amor hacia nosotros, porque Él desea, más que tú y que yo, que lleguemos al gozo pleno y eterno, que lleguemos a la santidad, a la comunión íntima con Él, a descubrir y vivir una vida nueva. Por eso este camino cuaresmal es de gracia y misericordia, de amor derramado y entregado, donde cada uno de nosotros vamos adentrándonos para descubrir a este “Abbá” que se volvió loco de amor y entregó sus entrañas para que viviéramos con el gozo y la libertad de ser hijos.

Este camino cuaresmal, vivido en silencio, para escuchar su voz en nuestro corazón, y abiertos a su ternura infinita nos va adentrando en el misterio más sublime… La Semana Santa, Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, el Hijo Amado del Padre, a su amor entrañable y misericordioso, a saber y entender el Corazón de Jesús que en su totalidad es Amor derramado por nosotros. Porque no hay encuentro con Dios, no hay conversión, no hay santidad si no miramos al Padre con una mirada contemplativa, descubriendo así todas las cosas nuevas en el Corazón de Cristo. 

La Alianza Nueva y Eterna está escrita en su Corazón. Por eso hay que romper con todo lo que nos aleja de esa mirada infinita de Amor, y entrar en la cámara nupcial, en el secreto de la intimidad de Jesús con el Padre.

La cuaresma es este tiempo de caminar, con un grandísimo deseo: ver, mirar, contemplar la Gloria de Dios, la alegría eterna y verdadera. No nos detengamos en el camino, aunque tengamos tropiezos, aunque caigamos… ¡Levántate con la mirada puesta en el Salvador que hace camino contigo! Vuelve los ojos a tu Señor y alégrate en Él, que es compasivo y misericordioso… tu Redentor.