Del 26 al 28 de junio, en la Casa Madre, se celebraron los Cursillos de Espiritualidad con el tema: “Dar cauce a los deseos”. Fueron dirigidos por el P. Xavier Quinza SJ.
Veinte Hermanas de distintas comunidades nos enriquecimos de la buena doctrina del P. Quinzá.
Fue un cursillo muy intenso, del que destacamos las ideas principales:
¿Qué es la cultura del deseo? A la sociedad le interesa cultivar ciertos deseos y para esto se sirve de la publicidad. La cultura del deseo, que el consumo nos propone, es una cultura de lo concreto: atiende a los objetos en primer lugar como objetos de deseo concreto, como forma de lograr una satisfacción muy acotada, muy limitada y por tanto parcial.
Pero, el corazón del hombre es infinito, San Agustín dice:
“Sea vuestra tarea el deseo. Toda la vida del buen cristiano es un santo deseo. Lo que deseas no lo ves todavía, más por tu deseo te haces capaz de ser saciado cuando llegue el momento de la visión. Deseemos, pues, hermanos, ya que hemos de ser colmados. Ved de qué manera Pablo ensancha su deseo, para hacerse capaz de recibir lo que ha de venir (…) Tal es nuestra vida: ejercitarnos en el deseo. Ahora bien, este santo deseo está en proporción directa de nuestro desasimiento de los deseos que suscita el amor del mundo. (…) Lo que pretendemos es significar algo inefable: Dios… Ensanchemos, pues, nuestro corazón, para que cuando venga, nos llene, ya que seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”.
Somos seres de deseo y nos configuramos desde ahí como personas capaces de amar, y de proyectarnos más allá de lo que somos. Cada uno y cada una de nosotros llevamos dentro una aspiración fundamental, y si la dejamos morir perdemos la misma fuerza de la vida.
La cultura del deseo no es mala porque nos incite a desear sino porque nos cultiva una forma egoísta de vivir los deseos que, en realidad, nos desorienta y nos resta la verdadera energía interior. La evangelización del deseo comienza por el reconocimiento y la aceptación de lo que somos y debe constituirse como un cultivo evangélico del desear.
Toda la predicación de Jesús estaba destinada a potenciar y rehabilitar el deseo en el corazón de la gente. Y buena prueba de ello es la invitación de las bienaventuranzas, y su esfuerzo constante por despertar los anhelos del corazón exigiendo una fe en la ilimitada capacidad del deseo como fuerza de curación corporal y como potenciación de las expectativas humanas para desplegar la energía del Reino de Dios.
Sólo si somos hombres y mujeres de grandes deseos podemos recibir el Evangelio y abrazarnos con los pequeños y los pobres, que nos indican el camino. El que no desea ardientemente el amor y la justicia no puede entrar en el Reino de Dios.
¿Quiénes somos los consagrados? Somos los deseados, los amados por Dios, que dejamos la calderilla para seguirle a El. En Cristo los ámbitos del deseo alcanzan su plenitud y se expanden a los demás.
El deseo se va elaborando hasta llegar a ser discípulo. Tenemos que velar siempre para guardar el tesoro que es Cristo, empleando todas las energías para trabajar en su Reino, teniendo siempre los ojos fijos en Jesús.
Damos gracias a Dios por estos días de Cursillos, vividos en un ambiente de fraternidad, alegría y confianza. El sabernos deseadas, amadas por Dios, enciende nuestro deseo y nuestro corazón queda ardiendo.
Hermanas cursillistas,
Casa Madre