Hace dos años la vida se nos paralizó a todos, nos venía a visitar la pandemia COVID 19. Esta visita tan inesperada nos dejó solos, aislados, temerosos, entró la oscuridad, el miedo…, descubrimos nuestra fragilidad de criaturas. Pero como criaturas, también algunos, o todos, nos dimos cuenta que teníamos y tenemos un Dios Padre que nos ha creado, nos ha salvado a todos por medio de su Hijo, Jesús, y que no nos iba a dejar solos. Y así ha sido. Nosotros tenemos necesidad del tiempo para hacer un camino y para ver como lo hemos recorrido y cómo debemos seguir caminando.
Al principio, con la pandemia no veíamos, ahora se comienza ya a ver la luz. Si antes no valorábamos muchas cosas, como la libertad, la presencia del otro, el sentido de la vida, hoy vamos valorando y apreciando que todo es don de este Padre Dios que me está ayudando a ver tantos dones como nos ha dado y da cada día y yo no los he sabido apreciar. Pequeños gestos, como sonreír al que vive conmigo, afrontar los acontecimientos diarios desde Dios y no desde mi punto de vista. Valorar y cuidar a quien tengo a mi lado, son cosas que hacen que los dones de Dios se pongan al servicio de los demás. La esperanza, la alegría, la sencillez, son manifestaciones de nuestro amor al próximo.
Esta pandemia, nos tiene que servir y debe ser para amar más y mejor a todos. Dios se preocupa de nosotros y nosotros nos debemos preocupar de nuestros hermanos para que sean felices hoy, porque no sé si tendré tiempo mañana.
Sor María Teresa Martínez
Sierva de Jesús