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El 23 de agosto un grupo de Siervas de Jesús salen de Bilbao en peregrinación a Lourdes. Sor Marie Paule comparte la experiencia vivida.

¡Dad gracias al Señor porque el bueno, porque es eterna su misericordia! (Salmo 117)

Éstas son las palabras que me brotan del corazón al terminar nuestra peregrinación al Santuario de Lourdes – Francia, del 23 al 24 de agosto. Es difícil y casi imposible decir con palabras lo que el alma vive. Para compartir diría tres cosas:

La primera es sencillez. La gruta de Massabielle, me ha impresionado por su sencillez. Sencillez del lugar, del altar, de los bancos. Sencillez que es a la vez paz divina, pequeñez y fragilidad de la humanidad hacía la cual el cielo se abaja. Realmente se siente la dulce presencia de la Virgen. Y eso para mí ha sido recordar que Dios no nos deja solos, no se desentiende de nosotros. Nos abraza, sobre todo con María, nuestra querida Madre.

La segunda cosa es gratitud. En la Basílica me quedé impresionada por la gratitud. Cada mármol es una muestra de agradecimiento a Nuestra Señora por su intercesión.

La tercera es confianza. Impresiona ver la cárcel donde vivía la familia Soubirous con una niña enferma, Bernardette. Vivían en una extrema pobreza. No tenían nada, pero tenían un gran tesoro, su fe en Dios. A pesar de que tocaban fondo, humanamente hablando, confiaban en la bondad de Dios que a su vez no les defraudó.

Mi oración es de gratitud a Dios por todos sus beneficios, pero también de intercesión por los que vamos peregrinando en esta tierra y de petición por un aumento de confianza en su divina bondad.

Quisiera terminar dando gracias a toda la Congregación, que a través de Madre Blanca nos ha proporcionado la oportunidad de esta peregrinación, durante la cual Dios me recuerda que me ha dado una Madre buena, reflejo de su misma bondad.

Hna. Marie Paule Zobo, SdJ