“Sin conmoción no hay compasión”.
La sociedad de hoy dominada por otros intereses, descuida los derechos humanos, creándose una situación deshumanizadora, que afecta a la dignidad de todo ser humano, generando situaciones de vulnerabilidad en la persona, especialmente en lo que se refiere al derecho de la vida y salud; promover este aspecto es importante porque no solo es un bien personal sino también social. Ante la realidad de la enfermedad, ancianidad, cercanía de la muerte, el dolor por la pérdida de un ser querido, se debe poner atención a algo tan humano como es el sufrimiento que lleva consigo la vida; tener sentimientos de solidaridad, ofrecer los medios que ayuden a la persona a llenar la vida de significado y ver la posibilidad de vivir porque la vida merece ser vivida y hacer que gane en humanidad, calidad de vida y calidez.
El proceso de la enfermedad conlleva sufrimiento, impotencia, inseguridad, nosotras como Siervas de Jesús necesitamos descubrir cada día que somos depositarias de un bien que humaniza, el don de Dios que hemos recibido con nuestro carisma, la caridad que abraso el corazón de nuestra Santa Madre y que ella nos trasmitió para que nos acerquemos y acompañemos a las personas que necesitan no solo el alivio en su sufrimiento físico sino también el acompañamiento en su sufrimiento espiritual, ofrecerles inspiración y guía para que si sus necesidades espirituales permanecen latentes puedan brotar con fuerza.
Ante la presencia de la vulnerabilidad de la persona, tiene que surgir la CONMOCION para que brote la COMPASION, nuestra vida centrada en el Corazón de Jesús, hace revivir el amor y sacrificio que se convierte en compasión, compadecerse con el que sufre, bien sea por enfermedad, muerte o pérdida de un ser querido y que se manifiesta creando humanidad a su alrededor para que se establezca una relación de personas y llegar a conectar desde su situación de vulnerabilidad.
Ofrecer gestos humanos, que hablen del corazón de Dios, que se abre y está herido de amor por cada criatura, especialmente por los vulnerables que sufren, transmitirles una mirada de amor que los conforte, consuele, les de vida, esperanza e inspiración hacia la trascendencia, todo ello para ayudarle a mantener la calidad de vida que declina con todo el respeto que se merece, acompañándoles en sus últimos días para que tengan una muerte digna, con paz y en compañía de sus seres queridos. Es decir, mostrar el rostro misericordioso de Dios a los que sufren, como era el deseo de Santa María Josefa del Corazón de Jesús.
Hna. Lourdes de la Hoz, S. de J.