Hace unos días, un grupo de Hermanas Siervas de Jesús han peregrinado a Lourdes, ese hermoso Santuario Mariano, donde la Madre espera a todos sus hijos para colmarles de bendiciones. Varias Hermanas cuentan su experiencia:
Cuando una persona vive una experiencia de gracia en Lourdes, supone un antes y un después en su vida. Viajar a Lourdes y rezar delante de la gruta me hizo sentir una gran de paz interior.
Nuestra peregrinación fue los días 27 y 28 de agosto. Llegamos a Lourdes sobre las diez de la mañana. Éramos un grupo de 17 hermanas de diferentes comunidades. El grupo se caracterizaba porque entre nosotras había ocho junioras de diferentes países que estaban en Bilbao haciendo la preparación para la Profesión Perpetua, y Madre Blanca Alonso, que con todo detallé preparó la peregrinación.
La Virgen se le apareció a Bernadette en una gruta del paraje de Massabielle, al occidente de Lourdes entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858.
Llaman la atención las numerosas basílicas que hay; fruto de la enorme afluencia de peregrinos que cada año acuden a Lourdes. La primera capilla, de 1866, se construyó encima de la gruta: la cripta, pero en seguida se quedó pequeña y cinco años después se consagra la basílica de la Inmaculada Concepción, llamada Basílica superior. Nuevamente queda pequeña y 18 años más tarde se termina la basílica neo-bizantina, Nuestra Señora del Rosario. A mediados del siglo XX se construye la basílica subterránea de San Pio X con capacidad para 25.000 personas.
Todos los lugares son un espacio ideal para poder profesar la fe o recargarse espiritualmente; pero en la gruta de Massabielle, donde está la Virgen, es donde más se siente la paz y el recogimiento.
Sor Sagrario, S. de J.
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Quiero compartir con Uds. mi peregrinar por Lourdes, Francia. Hablar de la Virgen María es hablar de humildad, de obediencia y sencillez.
Es curioso que, en todas las apariciones de la Virgen María, siempre elije lo más sencillo, lo más pobre, lo que a los ojos del mundo no tiene valor. Lourdes no fue la excepción. Dice el Señor con las palabras del Profeta: “como aventaja el cielo a la tierra, así aventajan mis caminos a vuestros caminos” (Is 55,9) María, elige las afueras de un pueblo pequeño, escondido entre las montañas, a una familia pobre y, entre sus hijos a la más ignorante e insignificante: Bernardita Soubirous, una niña analfabeta de 14años. Haberme acercarme a nuestra Señora de Lourdes de la mano de Santa Bernardita ha sido una caricia del Señor.
Esta peregrinación es una experiencia que ha transforma mi vida, llegar a ese majestuoso santuario que se ha construido en honor de la Reina del cielo, causa un gran asombro. Pero, ver la cueva que Ella eligió para dar su mensaje ¡me ha robado el corazón! se ha enriquecido mi fe y mi sentido de pertenencia a la Iglesia. Al ver tantos rostros de diversas culturas y escuchar tantas lenguas sorprende. Incluso así, lo que causa admiración es la unida y universalidad del evangelio, comprender las palabras de Jesús: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio” (Mc 16,15) En la celebración de la eucaristía y el rezo del rosario nos reunimos en una misma fe de todos los rincones del mundo. ¡Qué bella es nuestra fe! Estoy segura que cerca de María, siempre estaré cerca de Jesús.
Sor Laura, S. de J.
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Cuando preparábamos muy contentas esta peregrinación, escuché que decían, que no se puede ir a Lourdes y regresar igual, también escuché que es lugar de sanación. Hoy desde mi experiencia puedo confirmarlo.
No se puede regresar igual después de estar ante la mirada de María, su ternura, su sencillez, la Madre de Dios entre rocas, esto toca el corazón. Nadie se resiste al amor de una madre.
Lugar de sanación, no solo enfermedad física, sino también de esas enfermedades que paralizan el corazón, que inmovilizan, que impiden abrirse a la gracia, al amor.
Sor Massiel, S. de J.
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En los dos días de peregrinación, experimenté momentos muy emotivos junto a la gruta de aquel Santo lugar, pensé que; todos los que acudimos al Santuario a los pies de María somos enfermos, enfermos que necesitamos la conversión de nuestro corazón, así es que por eso necesitamos caminar de la mano de María.
Un momento que quiero destacar fue la procesión de antorchas, ver a tanta gente rezando con fe y devoción es realmente impresionante, a pesar de que no entendía muchas cosas, pero el lenguaje del amor, hizo que entendiera todo.
Sor Neida, S. de J
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La peregrinación a Lourdes fue y será una gran bendición, por lo que significó para mí: ofrecer mi vida a mi buena Madre y, junto a Ella, a Jesucristo. Confío que al caminar con Ella tendré la capacidad para amar y ser feliz con su Hijo, quien es el Amor de mi vida, y tengo la certeza de que Él me ama y me ha elegido desde la eternidad.
Una Juniora Sierva de Jesús