El amor cristiano es concreto. El mismo Jesús, cuando habla del amor nos habla de cosas concretas: dar de comer a los hambrientos, visitar a los enfermos y tantas cosas concretas” (Papa Francisco)
A raíz del devastador tifón Yolanda que arrasó Filipinas el pasado mes de noviembre, tres Hermanas Siervas de Jesús nos desplazamos hasta la zona del desastre, en concreto a la isla de Leyte, a la zona de Tacloban, diócesis de Paló.
Cuando supimos el destino de nuestra misión nos fuimos sin perder tiempo desde Iriga. Lo primero que hicimos a nuestra llegada fue dirigirnos a la parroquia, allí el sacerdote nos encaminó a la zona encomendada, toda llena de toldos y tiendas de campaña. Nos impresionó la gran cantidad de escombros sin recoger, ya que en esta zona hay pocas máquinas.
La encargada del lugar, Lilia, que aquí llaman capitana, nos facilitó lo más indispensable. Nuestro alojamiento es una tienda de campaña como las demás. En otra tienda, la cocina, de las más primitivas, de leña, porque en el gas ni se puede pensar en estos momentos.
Desde nuestra llegada nos hemos sentido felices de poder estar entre tantas personas necesitadas a las que poder ayudar en medio de tanto desastre. Ellas también agradecen mucho nuestra presencia y ayuda.
A diario cocinamos para unas 120 personas, se da la comida y por la tarde la merienda. Se les llama por megáfono, pues mucha gente no tiene reloj, las enormes olas que cubrieron el lugar se lo llevaron todo.
Felizmente, una organización les ha regalado unas diez barquitas, porque Paló es zona de pescadores. De momento siguen limpiando los escombros, después quieren hacer plantaciones de verduras y frutas pues no hay nada, el tifón lo arrasó todo.
El pueblo filipino es muy sufrido y luchador, pero esto ha sido demasiado. Todas las familias están sufriendo la pérdida de seres queridos, hijos, esposos y tantos familiares fallecidos. Nosotras les visitamos, les escuchamos y tratamos de darles ánimo y sobre todo esperanza.
Es palpable la Divina Providencia y lo vemos cada día. Las ayudas humanitarias son muchísimas, la serenidad de la gente y la sonrisa de los niños han sido el mejor regalo en estas Navidades.
Desde aquí, aprovechamos para agradecer a nuestra Congregación y a tantas personas que generosamente han ayudado al pueblo filipino. Entre todos lograremos su recuperación y sobre todo que sientan la cercanía y el amor de Dios.