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Las Hermanas que este año han hecho la preparación para la Profesión Perpetua nos han compartido algo de la experiencia vivida durante el intenso tiempo de oración y formación para el importante acto de su consagración al Señor. Ahora varias de ellas ya han hecho la Profesión: Irma Rosales y Laura Llamas la hicieron el 18 de septiembre en Lagos de Moreno – México. Massiel Jiménez, Karina Menor y Rosa Alduí el día 12 de octubre en Madrid, Angeline Gerorgip el 24 de octubre en Douala – Camerún. Próximamente la harán las Hermanas Brisaida Rosa Barahora y Mirta Kindley.

Aunque no hay palabras para expresar lo que se siente en un día tan especial, algunas de ellas han querido compartir lo vivido:

El día de mi Profesión Perpetua, ha sido el día más feliz de mi vida. Desde la eternidad el Señor eligió este día para unir con lazos indisolubles su amor por mí, dentro de mi debilidad y pequeñez apoyada en su amor respondo con alegría, pronunciando ese SI para siempre, soy consciente que ahora soy esposa de Cristo, estas palabras hacen cimbrar y estremecer todo mi ser y digo: gracias por tu amor.
Hago mía una frase muy famosa de san Juan de la Cruz: “Amor, con amor se paga y las heridas de amor sólo con amor se curan”. Con fidelidad deseo responder a ese amor. Este día me sentí tan firme en mi vocación y entrega, descubro que eso es una gracia y la debo a la intercesión de los santos y tantas personas que han orado por mí.
Hace unos diez años, toqué a las puertas de las Siervas de Jesús de la Caridad, pidiendo que me permitieran conocer su vida y misión ya que sentía un vacío grande en mi alma que nada ni nadie podía llenar y esto no porque fuera infeliz, al contrario, mi familia estaba siempre ahí, tenía buenos compañeros en la universidad, amigos, amigas, novio, diversiones, deportes, aun así, era más fuerte en mi interior ese deseo de eternidad que llenara mi alma. Lo que tanto buscaba, ahora puedo decir con firmeza que lo he encontrado en la Persona de nuestro Señor Jesucristo, Él me mostró su amor, me hizo experimentar su perdón, enamoró mi corazón con tantos detalles y muestras de amor que me siento la mujer más afortunada y amada del mundo, porque Dios se fijó en mí y ahora me llama “Esposa mía”.
Ahora comprendo un poco, las palabras de nuestra Santa Madre: “Es tan grande el don de la vocación religiosa, que nunca lo podremos apreciar debidamente en esta vida”.
Gracias Señor por regalarme el don de la vocación religiosa, soy muy feliz a tu lado, sirviendo en tu casa.

Hna. Laura Llamas, S. de J.

***

Han pasado 12 años desde que conocí aquellas religiosas Siervas de Jesús, aunque todo parecía quedar ahí, el Señor se valió de aquel primer encuentro para plantar en mi corazón la semilla de la vocación.

A los pocos días de conocer a las religiosas era el tiempo de las vacaciones en la escuela y por curiosidad, sin intención de ser una de ellas, pues yo tenía mis planes, fui a pasar unos días al convento. ¡Vaya sorpresa!, Dios tenía otros planes mí.
Sentí la llamada del Señor, pero intenté acallar aquello que sentía. Al regresar a casa con mi familia quería continuar como si nada hubiera pasado, pero no era posible, porque algo dentro de mí había cambiado. Así que decidí volver al convento pensando que aquello pasaría y regresaría a casa, pero eso no fue lo que ocurrió, el tiempo ha ido pasando y lo único que sé es que me enamoré de alguien maravilloso, me enamoré de Jesús, y a El quiero entregar mi vida.
El Señor me ha amado desde siempre y por toda la eternidad y ha puesto en mi corazón este deseo de corresponderle y de pertenecer solo a Él.

El día de mi Profesión ha sido un día hermoso, único.
A pesar de tener muy poco tiempo en esta Provincia Virgen del Pilar y en la comunidad de Madrid, me sentí muy arropada por el cariño de todas las Hermanas.
Me he sido muy consentida y mimada por Jesús, aunque parezca que no, por estar lejos de mi familia, amigos y conocidos, pero el amor salta las barreras, les he sentido más cerca que nunca, dando gracias a Dios por la familia que me ha dado, por mis padres que de una manera tan sencilla me han enseñado a amar a Jesús y a María.
Las mismas circunstancias me han ayudado a tener los ojos solo fijos en Jesús y a tenerlo como mi única alegría y la única fuente de la felicidad.
Gracias Señor porque todo es don tuyo, todo lo espero de tu amor.
Gracias Jesús, por este don tan hermoso de la vocación religiosa, gracias por esa mirada de amor que llena de alegría mi corazón.

Hna. Massiel Jiménez, S. de J.