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 Iriga City, Filipinas, noviembre 2023.

Cuando leímos la Carta Circular de nuestra Madre General anunciando la peregrinación a los lugares de fundación de nuestra Congregación y a Roma para un grupo de Hermanas que todavía no habían tenido la oportunidad de hacerlo, yo sabía que aún no “me tocaba”. Pero todo cambió por una situación inesperada… y sí, ¡yo estaría entre las peregrinas! Empiezo por dar las gracias a Madre Remedios, al Consejo y a toda la Provincia Santa Mª Josefa por esta gran oportunidad. Y desde ese momento empecé ilusionada con algunos preparativos, como practicar el idioma español, con la ayuda de la comunidad y de otros medios, para comunicarme y comprender mejor.

Llegó el día señalado, cuando la Hna. Elsie y yo salimos de Filipinas hacia España con nuestras maletas llenas de saludos y regalos para todas las Madres y Hermanas que vamos a conocer en nuestro recorrido. Me sentía como si viajara por primera vez, y en cierto sentido así era: por la duración del recorrido y el desconocido destino final… Cuando llegamos al aeropuerto de Barajas en Madrid, supe que ya se estaba cumpliendo el sueño, empezaba ahí nuestra peregrinación.

La comunidad de Madrid en la calle Guzmán El Bueno fue nuestra primera parada. Fuimos recibidos calurosamente e intercambiamos de todo corazón saludos y gestos de bienvenida con la Madre Dora Mª, Madre Isabel, Madre Paula y Hermanas de la comunidad. Aquí también nos encontramos con nuestras compañeras peregrinas, venidas de otras Provincias de América, con las que me familiaricé fácilmente, y también con la que iba a ser nuestra guía, Madre Blanca.

Como ya nos habían anunciado, participamos en la Jornada de PJV y Misión Compartida organizada por Confer, con el lema «¿Cómo creerán… sin nadie que lo anuncie?”. Fue en el colegio de los Jesuitas Nuestra Señora de Recuerdo, y también estuvieron Madre Blanca, Madre Paula y Sor Carmen. Los ponentes eran especialistas en los temas que desarrollaron de forma brillante, los talleres fueron también muy interesantes y no faltaron momentos de oración de adoración al Santísimo y de concierto. Los más de 300 participantes venían de distintas diócesis, congregaciones y movimientos eclesiales y las Jornadas concluyeron con la Santa Misa presidida por Mons. Jesús Vidal, Obispo Aux. de Madrid. Al final del curso, ya en casa, tuvimos unos momentos de reflexión y convivencia de grupo facilitada por Madre Blanca, en la que hablamos de cómo llevar a nuestra realidad y apostolado concreto lo que habíamos recibido.

En esta primera semana en Madrid también tuvimos la oportunidad de visitar lugares emblemáticos como la Catedral y Cripta de la Almudena, también hicimos un recorrido pasando por el Palacio Real, Plaza Mayor, Colegiata de San Isidro, Puerta del Sol… y el monumento a José Rizal en la Calle Islas Filipinas. También tuvimos la oportunidad de visitar a nuestras hermanas de Vallecas, ayudando en la labor que realizan en el comedor, compartiendo con la comunidad, y hasta asistimos a la Eucaristía en la parroquia cercana de Santa Eugenia de clausura de un retiro Emaús. También nos encontramos con algunas de las chicas voluntarias que han estado en Filipinas como María, Patricia y Cristina.

Desde Madrid continuamos a Bilbao, en un viaje en tren de alrededor de 4 horas. Madre Dolores Beltrán, Madre Theresa González, Madre Elizabeth y el resto de la comunidad nos esperaban, nos acogieron calurosamente y nos hicieron sentir como en casa… estábamos en la Casa Madre. Nuestra jornada aquí comenzó con la visita al cementerio de Derio, a los panteones de nuestras hermanas difuntas, como es costumbre el 1 de noviembre, y también vinieron hermanas de comunidades cercanas como el Sanatorio Bilbaíno, Centro de Acogida y Residencia de Deusto. En distintos días, mientras estuvimos en Bilbao, también hemos compartido con estas comunidades momentos entrañables.  En los días siguientes, fuimos guiadas por Madre Blanca y Sor Ana María Arteche a los lugares históricos relacionados con nuestra fundación, con la Santa Madre y don Mariano José, como la catedral de Santiago de Bilbao, parroquia de San Antón, basílica de Begoña, estación de tren, calle de la Esperanza, calle de la Ronda… y en Vitoria visitamos el Museo-Casa Natal, guiadas por Madre Mercedes Miguel, la Virgen Blanca, la parroquia de San Pedro, etc. También tuvimos la oportunidad de participar en el Año Jubilar en honor a Sta. María de Estíbaliz con motivo de los 100 años de la coronación canónica, presidida por el Obispo de la Diócesis de Vitoria, o de conocer la basílica de San Ignacio y Casa Natal, en Azpeitia. Aunque quizá lo más importante fueron los momentos en silencio que pasamos ante el sepulcro de nuestra Santa Madre, y en el relicario que guarda vestigios de su vida; quedará en nuestro recuerdo…

De Bilbao volamos a Roma, Italia, donde vivimos intensamente nuestra última semana de esta peregrinación. La Madre Elena y la comunidad nos mostraron una cálida hospitalidad durante todos estos días. Siendo la última semana, teníamos que aprovechar cada minuto de nuestro tiempo, y esta vez el tema de la peregrinación fue sobre Jesús, la Iglesia y el testimonio de los Mártires y Santos. También participamos el miércoles en la Audiencia General con el Papa Francisco, en la Plaza de San Pedro, y el domingo en la oración del Ángelus. Algunos de los lugares que pudimos visitar en nuestro recorrido por la Ciudad Eterna fueron: en la Basílica del Vaticano: las criptas, la plaza, la subida a la cúpula y también la bella estatua de nuestra Santa Madre Fundadora en el muro exterior, las Catacumbas de San Sebastián, Iglesia del Quo Vadis, Abadía de Tre Fontane, Basílica de San Pablo, Fontana de Trevi, Iglesia de San Ignacio, Plaza Navona e Iglesia de Santa Inés, Iglesia de San Agustín, Escalera Santa, Basílica de Santa María la Mayor, Basílica de San Juan de Letrán, etc. También dedicamos un día a Asís, donde estuvimos recorriendo la preciosa ciudad medieval, empezando por la Iglesia de Santa María de los Ángeles-La Porciúncula, subimos al Eremo, en el monte Subasio y, ya en la ciudad: Basílica de San Francisco, San Damián, Santa Clara, tumba de Carlo Acutis (incorrupto) y Catedral de San Rufino.

No faltó la participación en la Misa en el Altar de la Cátedra del Vaticano, presidida por el Obispo Vicario para Roma y concelebrada por más de 60 sacerdotes; y para que nuestra peregrinación fuera completa, también nos confesamos, recibiendo gracia tras gracia. Asimismo, tuvimos tiempo de recorrer algunas tiendas religiosas y compramos algunos detalles para traer a nuestras comunidades y familias.

Con Madre Martina, nuestra Madre General, también hablamos por videollamada uno de los últimos días, saludándola con gratitud por haber hecho posible esta peregrinación.

Madre Blanca nos despidió en el aeropuerto de Roma y regresamos a Madrid, donde nos recibía la Madre Provincial, Socorro Martínez; desde ahí hemos volado de regreso a nuestras comunidades.

Personalmente, esta peregrinación que hemos vivido es una experiencia que me ha “despertado”, y todo es gracia de Dios, en palabras de San Pablo. Cada lugar tiene su propia historia que contar, que ha dado innumerables frutos de conversión y santidad en la historia de la Iglesia, y hasta nuestros días. Todo lo que he visto ha despertado en mí un aprecio y un valor más profundos por nuestra fe, vocación de Sierva de Jesús y misión, así como por la vida comunitaria. Permítanme compartir con ustedes tres puntos esenciales sobre los que reflexioné y que guardaré para siempre en mi corazón:

  • El don de la vocación religiosa y de la comunidad, como Siervas de Jesús. La vocación es, en efecto, un don de Dios. Él sabe exactamente a dónde llevarnos para que crezcamos en relación con Él a través de la comunidad y la misión. Arrodillada ante el altar de Casa Madre, me sentí especialmente bendecida, de muchas maneras. Haber caminado por las casas, las calles y los lugares de fundación de nuestra Santa Madre me llenó de gratitud al poder vislumbrar dónde y cómo vivía.
  • El don de la fe y los sacramentos. Desde niña he valorado mucho la Eucaristía, es donde me siento más cerca de Jesús, como se relata en la vida de muchos Santos, especialmente en nuestra Santa Madre Fundadora. A través de esta peregrinación, me ha fascinado la forma profunda de vivir las celebraciones litúrgicas, las palabras y los silencios; la forma de cantar himnos, salmos y cánticos… porque quien canta, ora dos veces, como dice San Agustín.
  • El don de la comunión y de la Iglesia. He sentido que, entre nosotras, el grupo de peregrinas, se han establecido lazos de fraternidad, y también nos hemos sentido muy acogidas en las comunidades por las que hemos pasado. Y, en un sentido más amplio, ¡qué bella es la Iglesia! en la diversidad de lenguas, razas y culturas, como hemos podido contemplar… Unidos todos en la misma fe en Jesucristo, Señor de la vida y de la historia, Rey del Universo.

Con todo mi corazón, gracias.

Hna. Catherine Luceña