Skip to main content

Nuestra Hermana Catherina V. Luceña, desde Filipinas, nos comparte sus sentimientos al finalizar el Master en Enfermería.

 

Nos reunimos para celebrar la Eucaristía de Acción de Gracias. Venimos aquí como una comunidad que ha compartido experiencias, aspiraciones comunes de excelencia y una fe profundamente arraigada. Estamos aquí como uno solo, sin descuidar nunca a nadie, sino caminando juntos y caminando juntos con todos».

Estas palabras, las dijo el sacerdote celebrante durante la Misa de Bacalaureate, antes de la ceremonia de Graduación el pasado 4 de Julio de 2023.

Mientras le escuchaba atentamente, me invadió un profundo sentimiento de gratitud y alegría interior por haber llegado a este día, porque sabía desde el principio que era Dios quien hacía todo esto posible. Mirando hacia atrás, podía sentir la presión de estar en una comunidad pequeña con funciones maduras y desafiantes, haciendo un apostolado importante aparte de otras tareas en nuestro Hospital mientras estudiaba para obtener el Master en Enfermería.

Inesperadamente, en mitad del curso, el Covid 19 golpeó al mundo entero, causando un gran impacto que ha cambiado nuestras vidas y nos ha afectado de muchas maneras.

Los hospitales tuvieron que modificar sus operaciones diarias y sus sistemas, estructuras y, lo que es más importante, preparar profesionalmente al personal y a los colaboradores para estar listos para librar la batalla contra un virus invisible, en la que yo era entonces parte del equipo.

Las escuelas tenían que desarrollar otros métodos de instrucción donde las clases en línea ganaron relevancia durante los cierres y que proporcionaba una alternativa más segura a las aulas convencionales y, por lo tanto, protegía a uno mismo y a los demás de la exposición innecesaria al Covid con el objetivo de continuar la educación y completar el curso. Así, tuve que adaptarme a estas clases en línea, que exigen más tiempo y atención y asumir la responsabilidad personal en el autoestudio, debido a las interrupciones del suministro eléctrico, la mala conexión y la inexperiencia tecnológica.

Las comunidades religiosas y sus prácticas tenían que reorganizar la forma de hacer algunas cosas para cumplir las normas mínimas sobre control de infecciones. Nuestra comunidad intensificó los servicios paralitúrgicos, ya que las misas se cancelaron durante un breve periodo de tiempo. Sin embargo, la pandemia me ha llevado a apreciar más la vida, la fe y a Dios, a dar más valor a la oración personal y comunitaria y a mi identidad como Sierva de Jesús. Entonces, se me encomendó una nueva misión.

El Sacerdote continuó diciendo: “Nos refleja tu camino. Tú que te has encontrado con tantas tormentas, como las veces que dudaste de tu capacidad para superar las exigencias de tu curso, cuando sentiste la incertidumbre de no poder continuar en la escuela, los desafíos, las batallas silenciosas que has librado, los gritos que has vertido ante tus compañeros, tus profesores, ante tus padres y ante Dios.

Caminar juntos significa reconocer que no estamos solos en nuestras luchas. Se nos recuerda que Dios está siempre con nosotros. Nos invita a tener fe y confianza en Él, incluso cuando las tormentas de la vida amenazan con abrumarnos. Nos llama a tender la mano a los demás, a tender una mano amiga, a mantener la calma en medio del caos.

Hoy, al conmemorar vuestro viaje, recordemos que caminar juntos no consiste sólo en celebrar los logros, sino en reconocer la complejidad y la interconexión de nuestras vidas. Tus éxitos no son sólo tuyos: son victorias compartidas, que son posibles gracias al apoyo y los sacrificios de quienes han caminado a tu lado”.

Ciertamente, estoy de acuerdo con el sacerdote, pues miré a la persona que estaba a mi lado, nuestra Madre Provincial, Madre Remedios A. Cerillo, que me animó y apoyó desde el primer día hasta la estresante defensa final y hasta el día de hoy, ejerciendo tanta paciencia, esfuerzo, comprensión y cuidado a lo largo de mis estudios y durante mi transición en el nuevo destino como su Secretaria, además de sus oraciones y sacrificios ofrecidos a Dios. Le estoy eternamente agradecida.

A todas las Madres del Consejo Provincial, a todas mis Hermanas Siervas de Jesús y sobre todo a nuestra Madre General, Madre Martina Espinal, gracias de corazón. Nunca fue fácil, pero vuestra ayuda lo hizo ligero. Os lo agradezco enormemente.

A todas esas personas enviadas por Dios, empezando por mi colaborador más cercano en la elaboración del manuscrito de SMJHFI y todos los empleados, como encuestados, decanos, profesores, miembros del panel, asesores, compañeros de clase, benefactores y mi familia, todos ustedes fueron parte de la historia, que la hizo más significativa porque su providencia viene a través de cada uno de ustedes. Mi más profundo agradecimiento.

En todo, que Dios sea glorificado.

Hna. Catherina V. Luceña, SdJ.