Siervas de Jesús
¡Vocación?
Este es el comienzo. Te llama a la santidad de vida, que puede sonar rebuscado, pero es ir dejando que Dios te haga y reconstruya, que cumpla en ti su plan. Lo mejor en este momento es estar atenta, porque Dios habla en lo cotidiano. ¡Sorprendente, pero es así!
Nueva zona de confort.
Promete acompañarte en todo el camino y te saca de la comodidad, de la conformidad: «Sal de tu tierra». El suelo se remueve, termina tu zona de confort, comienza la andadura y por el camino adviertes qué bien se está con Él, qué a gusto se camina a su lado. Decides entonces no parar. Y con el envío y tus pies pisando un nuevo camino, te muestra la «Tierra de promisión», aquel lugar donde estarás bien, realizada y segura. Dios te invita a echar raíces en una vocación concreta. Puede ser el lugar más impensado, da igual, serás feliz en él, porque Dios es fiel.
Das tu sí.
Dices “sí Señor” y, como María, dejas en Él todas tus preocupaciones para que sean las suyas las que te ocupen ahora. Estamos acostumbradas a ir y venir, en adelante aprenderás una nueva forma de andar entre hermanas que avanzan por un camino común y cuya meta es el Cielo. Todos los esfuerzos se centrarán en confirmar ese “sí, Señor” cada día.
Etapas hasta llegar.
No termina nuestro camino vocacional en la profesión perpetua. En ella, más bien empieza el sendero, porque el aspirantado, postulantado, noviciado, juniorado, son etapas que recorres, cada una con su propio sentido espiritual, pedagógico, humano, pero son etapas y no fin. Pasadas estas, queda el “sí, quiero Señor”, que diste un día apoyada en una firme decisión, una decisión que tendrás que regar a diario con amor y sacrificio.
Volver a empezar.
Bien lo saben todas las Siervas, sobre todo las mayores. Ellas han dedicado toda su vida a la causa de Cristo en los pobres. No se arrepienten, pero si una cosa han aprendido con los años, es que el AMOR se renueva todos los días. Cada jornada es una preciosa oportunidad de conocer y conocerte desde la perspectiva de Jesús. Los ímpetus juveniles pueden pasar, las fuerzas humanas… pero vuelves a la casilla de partida con la fidelidad del tiempo, cada día. Y luego, de una vida entregada y feliz… Dios te espera. Él es tu heredad, quién premiará tus esfuerzos, nadie lo hará mejor que Él.