“Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos”, (Jn 15,13)
Del 11 al 14 de noviembre, se celebró el “Congreso sobre el martirio y la entrega de la vida”, organizado por el Dicasterio para las Causas de los Santos, en el Instituto Patrístico Augustinianum de Roma. En esta ocasión ha participado Madre Martina Espinal, Superiora General, acompañada de Madre Adriana Mendoza, quienes han valorado y agradecido lo vivido en estos días, donde se profundizó en la realidad del martirio en los contextos del siglo XXI.
El día 11 el tema fue “Un amor más grande: dar la vida y el martirio de la Iglesia. El día 12 se desarrolló el tema del odio contra la fe cristiana en la situación actual de los diversos contextos sociales y geográficos y el martirio en otras confesiones cristianas. También se abordó el tema del martirio en la producción cinematográfica. El día 13 las ponencias trataron sobre “La ofrenda de vida y la antropología contemporánea”, la “Parte histórica y relectura de algunas experiencias de santidad a la luz de la ofrenda de vida” y los “Aspectos teológicos de la ofrenda de vida”.
Las Conclusiones fueron recogidas por su Eminencia el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, quien hizo un recorrido por los temas expuestos estos días por diferentes ponentes, temas que nos llevaron a reflexionar sobre estos hermanos y hermanas nuestros, que han hecho de su vida un don y que nos invitan a no centrarnos en nosotros mismos, sino a abrirnos a los demás.
Finalmente, el jueves 14 de noviembre, fue coronado con la audiencia del Santo Padre, quien después de su saludo, citó la frase del evangelio: “Nadie tiene mayor amor que el de dar la vida por los amigos” (Jn. 15,13) Y este dar la vida por los amigos es una Palabra que siempre infunde consuelo y esperanza. Sólo el amor puede explicar la cruz: un amor tan grande que toma cada pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da la fuerza para soportarlo, entra también en la muerte para superarlo y salvarnos. En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia. Asimismo, nos animó a dejarnos transformar por el amor de Dios, que es más grande que nosotros y nos hace capaces de amar incluso más allá de lo que pensábamos que éramos capaces de hacer.
El encuentro con el Santo Padre finalizó con la inmensa gracia de poder saludarle personalmente.