Skip to main content

Con la alegría profunda que brota del corazón al saber que Cristo ha resucitado y vive entre nosotros, quiero compartir con ustedes cómo hemos vivido la Pascua aquí, en Vietnam, una tierra donde la fe florece incluso en la sencillez.

Durante estos días del Triduo Pascual, participamos con entusiasmo en las celebraciones en nuestra parroquia, El Arcángel San Miguel, que está a cargo de los Padres Jesuitas. La iglesia se llenó completamente de fieles de todas las edades: ancianos, adultos, jóvenes, adolescentes, niños… ¡hasta bebés! Es realmente conmovedor ver a familias enteras participando juntas, con atención, respeto y devoción, a pesar de la duración de las celebraciones.

Los más pequeños, con la ayuda de sus padres, guardaban silencio y seguían con asombro los ritos. Y todos, absolutamente todos, respondían, cantaban y oraban con fervor, algo que se repite en todas las iglesias católicas de Vietnam.

La Vigilia Pascual fue especialmente solemne: cinco sacerdotes jesuitas y un diácono presidieron la celebración, acompañados de un coro numeroso que nos regaló cantos profundos y solemnes. El ambiente era de verdadera fiesta del espíritu. Cuando entonamos el Aleluya, el corazón se desbordó de emoción: ¡Cristo ha resucitado!

Con la mente y el corazón unidos a toda la Iglesia, ofrecimos nuestras oraciones por el mundo, por nuestra Congregación, nuestras familias, los enfermos y tantas realidades que claman consuelo y esperanza.

¡Qué certeza tan esperanzadora nos deja la Pascua! Cristo vive, ha resucitado, y no estamos solos. Él camina con nosotros en cualquier realidad que nos toque vivir.

Y como es costumbre aquí, al finalizar la Misa, nos saludamos con alegría diciendo:

MỪNG CHÚA PHỤC SINH!!
(¡Feliz Pascua de Resurrección!)

Hna. Mónica Reyes, SdJ