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Testimonio de mi experiencia apostólica en Paraguay:

 Solo quería compartir un poco de lo que fue mi experiencia de apostolado como novicia Sierva de Jesús en las comunidades de Paraguay.

La verdad, no me esperaba hacer mi experiencia de segundo año de noviciado en Paraguay; cuando Madre Yanilda me lo dijo, me sorprendí, pero lo recibí con mucha alegría. Luego caí en la cuenta de que el Señor me había regalado una gracia muy grande porque así conocería los tres países que conforman la Provincia de San José, a la que por dicha pertenezco.

Conocí a las hermanas en una residencia de ancianos en Talca, Chile, donde realicé mis prácticas de técnico en enfermería; trabajé con ellas cerca de un año y luego ingresé en la Congregación.

Casi todo el tiempo las conocí en apostolados con adultos mayores, policlínicos o dispensarios, y ahora, al poder compartir con las hermanas en Paraguay pude experimentar otras misiones. En Asunción las hermanas cuentan con la guardería “Santa María Josefa”, donde tuve una rica experiencia con los pequeños que allí asisten; su ternura e inocencia me robaron el corazón.

Me da mucha alegría haber tenido esta experiencia porque allí me he sentido realmente “madre”; una maternidad espiritual que ahora no sólo siento hacia los enfermos, ancianos y necesitados, sino también hacia los más pequeños. Estas experiencias llenan mi alma; había escuchado hablar sobre esto, pero ahora que lo he experimentarlo de esta manera todo toma un tinte diferente, más profundo.

Cabe decir que este apostolado es una riqueza para nuestra Provincia, por tratarse del único que es con niños y no directamente con enfermos, donde no solo se les brinda cuidados y amor, sino también se les acerca a su amigo Jesús y a su Madre María, “Mimí” como dicen ellos.

En Pastoreo nuestro apostolado es distinto, diría “de misión”; las hermanas cuentan con un dispensario, olla solidaria y visita a los enfermos. Estando allí pude ver cómo las hermanas llevan adelante esta labor con alegría y humildad, haciéndose unas con el pueblo donde, además de hacer curaciones y repartir comida, van regalando esperanza y entusiasmo donde tanto hace falta hoy en día. Allí la gente es muy sencilla, con un corazón grande y generoso; vi claramente la providencia divina que toca a nuestra puerta, para entregarnos lo necesario para seguir sirviendo a los hermanos más necesitados.

Es grande lo que el Señor hace en nuestras vidas si estamos dispuestas; algunas de nuestras hermanas tienen algún problema de salud, pero cuando las veo, entregadas, no se les nota, porque siguen dándolo todo al Señor y a los hermanos; son las mujeres fuertes y valientes del Evangelio.

Pido a Dios que podamos ser como ellas: “monjas todo terreno”. Hoy recuerdo los relatos de las primeras hermanas que vinieron a fundar a Paraguay, los desafíos que se les presentaron y las precariedades que pasó aquella primera comunidad. Solo me viene el deseo de agradecer al Señor porque, como Siervas de Jesús, tenemos la misión de continuar lo que todas nuestras hermanas han comenzado y sostenido con amor por tanto tiempo. Qué grande es nuestra misión, la que Dios ha puesto hoy en nuestras manos, pues no son solo fundaciones sino también un pueblo, su gente y su cultura.

Gracias, queridas hermanitas, por todo lo compartido durante este tiempo, que el Señor nos siga sosteniendo en nuestra vocación de caridad.

Unidas siempre en la oración Que nuestros corazones sigan palpitando a la par con el Corazón de nuestro Dios.

Hna. Estefanía A. Dote Valenzuela, novicia SdJ,