Del 8 al 15 de septiembre se va a celebrar este gran Congreso Internacional en la ciudad de Quito (Ecuador) con el lema “Fraternidad para sanar el mundo”.
Cuando vi el lema me impresionó y llenó de un inmenso gozo, ya que en nuestro carisma está llevar la sanación a un mundo herido, fragmentado y convulso. Y así me adentré en la lectura del Documento Base del Congreso:
Lo primero es tomar conciencia de nuestra “identidad de hijos de Dios”: llamados a formar parte de una gran familia, cuyo padre es Dios mismo; esto es lo que hace posible la fraternidad.
Este Congreso Eucarístico expresa la urgencia de fraternidad para sanar el mundo.
Se trata de sanar las heridas del corazón humano que dificultan la paz y la reconciliación. Es necesario darnos cuenta que estamos en la misma barca, frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo importantes y necesarios, todos llamado a remar juntos, necesitados de confortarnos mutuamente.
La fraternidad está enraizada en la paternidad de Dios. La vocación de toda la creación es la fraternidad, pues en ella se cumple el plan de salvación. El pecado reduce a la persona a un mero individuo y, en todos los sentidos, busca destruir la creación.
La Eucaristía es la fuente y culmen de la fraternidad. En la Eucaristía, Cristo, el que vive para siempre, se hace presente, y nosotros entramos en comunión con Él en el Espíritu Santo. Jesús nos regala y dona lo que Él es: su Palabra, su Cuerpo y su Sangre, en definitiva su Persona y su Vida. Persona y Vida del Hijo que ha reconciliado en sí todas las cosas y ha llevado a la plenitud de Dios nuestro ser.
La Eucaristía es sanación para el mundo herido en la fraternidad. “Dadles vosotros de comer” (Lc 9, 13), signo profético Eucarístico de un pueblo que no se encierra en el intimismo, sino que es enviado por su Señor a ser pan partido, nosotros también, para la vida y la fraternidad del mundo de hoy.
Tras las huellas de Jesús: humildad y ternura. La historia de Jesús nos enseña el camino: el abajamiento en una humildad radical, y la delicadeza de la “ternura” frente al otro.
Esta actitud consiste en volver a un estilo de vida sencillo, venciendo la tentación del consumo que nos ahoga en lo superfluo, que nos hace prisioneros de las cosas y que crea desigualdades y barreras con respecto a los otros, destruyendo la fraternidad, no solo con los hombres sino con todas las criaturas.
La Iglesia vive de la Eucaristía y la Eucaristía sana el mundo, tenemos que volver nuestra mirada a la comunidad, comunidad de hombres y mujeres reunidos por el Señor para estar con Él y llevar el pan de su Palabra y de su Cuerpo a todas las naciones. Es la vivencia humilde y tierna del “dadles de comer” de Jesús.
Nuestra familia de Siervas, Religiosos y Laicos Siervos de Jesús, queremos vivir desde el Corazón Eucarístico de Jesús esta entrega fraterna que sana el mundo, haciendo realidad el deseo de Santa María Josefa de “Ir por todo el mundo para enseñar a las gentes el conocimiento y amor de Dios”, empezando por los más cercanos… es hacer presente en medio de nosotros el Reino de Dios.
Más información en la página web del Congreso: https://www.iec2024.ec/
Sor Carmen Señor SdJ,
Logroño, 8 de agosto 2024