
David es un chico español de 47 años, vecino del barrio de Vallecas; por un tiempo fue usuario de nuestro comedor social, pero dejó de acudir por falta de documentación.
¿Cómo surge el encuentro y la ayuda que se establece con él?
Volvía de confesarme en la Iglesia de Jesús de Medinaceli y estaba muy contenta porque llegaba a tiempo de unirme a la comunidad en el rezo de la novena de La Inmaculada, que iba a empezar en 5 minutos… pero Nuestro Señor tenía todo preparado para que surgiera este encuentro. Aproximándome al portal de la casa vi a David, hasta ese momento conocido solo de vista, porque a pesar de que en ocasiones rondaba por casa, no sabíamos ni siquiera su nombre. Su aspecto, tan deteriorado por el consumo de drogas, infundía miedo y cuando lo veía quería huir. A medida que me acercaba a la puerta, él se hizo el encontradizo y a pesar de que mi corazón palpitaba acelerado, me dirigió una súplica: “¿Me puedes dedicar solo 5 minutos?”. Eran justo los 5 minutos que faltaban para empezar la Novena… Yo quería tocar el timbre de la puerta y decir a las hermanas que salieran y estuvieran conmigo mientras hablaba con él, porque sentía miedo, pero a medida que pasaban los minutos, me fui tranquilizando y le pregunté su nombre. No se borrarán de mi mente su rostro demacrado, ojos llorosos y sus palabras temblorosas, pero a la vez sinceras. Me pedía ayuda, quería salir de la situación en la que se encontraba. Me dijo: “Me llamo David, antes venía a tu comedor”; le pregunté: “¿Por qué ya no vienes ahora?” Me respondió: “No tengo los papeles que me pides”, entonces le dije: “¿Y dónde comes?”, “En donde puedo, muchas veces me quedo sin comer”. Estaba muy delgado y le dije: “Ven mañana mismo y hablamos”.
Él insistía en que le ayudáramos a salir de la situación en la que se encontraba; para él su vida ya no tenía sentido, prefería morir a llevar la vida que llevaba. Le pregunté por su familia y me dijo que su madre había muerto y eso le había afectado mucho; su padre vivía, pero había roto la relación, y lo mismo con sus dos hermanos. En conclusión: estaba solo y sin ganas de vivir. Mientras hablaba, no paraba de llorar. Después de estos “5 minutos” convertidos en casi una hora, me dijo: “¿Sabes qué es lo que me salva? Le pregunté: “¿Qué?” Y me dijo: “Un llavero que me dejó la dueña de la casa donde vivo, pero lo he perdido; tenía esta frase: “El comercio que yo quiero entender es el de salvar almas”, a lo que yo le dije sorprendida: “¿Puedes repetir esa frase?” Y la volvió a recitar: “El comercio que yo quiero entender es el de salvar almas” Entonces le pregunté: “¿Sabes de quién es esa frase?” Y me dijo: “No”. Entonces le conté que era de Don Mariano José, el sacerdote que ayudó a nuestra Madre Fundadora, Santa María Josefa, en los inicios de nuestra congregación de Siervas de Jesús.
Yo no daba crédito y no salía de mi asombro porque él lo repetía muy convencido: “Lo que está escrito en ese llavero es lo que me salva, y el oírlas cantar cada mañana desde mi casa me hace pensar que la vida puede ser bonita”.
Después de esta conversación, le insistí en que volviera al día siguiente para poder ayudarle en lo que esté en nuestras manos. Me despedí de él con un abrazo, algo que jamás hubiera imaginado que podría hacer. Agradeció el tiempo que le había dedicado y me dijo sonriendo: “Gracias por estos 5 minutos”.
Cuando llegué a la comunidad, ya era la hora del recreo, les conté con emoción lo que había pasado a las hermanas y quedaron muy sorprendidas.
Al día siguiente David no vino y sentí mucha pena, pero mi sorpresa fue cuando el lunes a la hora del comedor, se presentó y me dijo: “Aquí estoy, ¿te acuerdas de mí?” Y le dije: “Por supuesto, David, te esperaba…” Le hice pasar y llamé a Madre Myriam para que lo conociera. La Madre, después de hablar con él, le propuso hacer el retiro de Emaús que en pocos días se iba a llevar a cabo; contactó con los hermanos y lo admitieron junto con otros chicos del comedor y algún voluntario. Al terminar, fui a la Misa junto con otras familias y fue muy emocionante. Gracias a este retiro, David tuvo un encuentro con Dios que marcaría su vida y estableció un vínculo muy fuerte con este grupo, que también se han implicado en su acompañamiento y han fortalecido su fe. Él, a su vez, ha sido fiel a sus citas con los hermanos de Emaús cada martes y, como acostumbran, le han asignado una persona de contacto y seguimiento.
David ha tenido y sigue teniendo sus luchas, como bien sabemos no es fácil dejar de la noche a la mañana un hábito de consumo… En más de una ocasión nos ha dicho: “¿Por qué hacéis esto conmigo y a cambio de nada? No sé cómo pagarles”.
Pasado un tiempo y viendo que se mantenía en su decisión, le propusimos ir al Cenáculo, centro católico de desintoxicación, que aceptó muy bien, y se comprometió a colaborar en todo lo que le exigieran.
A la primera entrevista nos llevó en su coche un voluntario y allí nos hablaron de cómo funcionaban estos centros, y nos informaron de todos los requisitos que debíamos reunir. Mientras tanto David se comprometía a llamar por teléfono cada martes a un responsable del Cenáculo para contarle cómo iba con la documentación, y los jueves a acudir a las entrevistas realizadas en una parroquia de Madrid. Fue muy bonito ver cómo David cada vez estaba más ilusionado y dispuesto a seguir adelante. Desde entonces, David ha sido fiel a estas citas y en todo momento ha demostrado interés. Por nuestra parte, pedimos más llaveros del Venerable Mariano José, que no tardaron en llegar, y también acompañamos este tiempo haciendo la novena de forma continua; sentíamos muy cerca la presencia de Don Mariano José en todo lo que estábamos viviendo, él hacía camino con nosotros. Después de salvar muchas complicaciones y de la ayuda de muchas personas (voluntarios del comedor, hermanos de Emaús, etc.), conseguimos reunir toda la documentación en muy poco tiempo… ¡Habían admitido a David en la comunidad del Cenáculo de Ibi (Alicante)! También habían puesto la fecha de ingreso para el 23 de febrero.
Y hasta ese día pusimos todo el empeño en volver a recuperar las relaciones familiares de David, rotas por tantos años… No fue fácil, y cada paso y encuentro era una gracia más de don Mariano José y la oración de una comunidad de Siervas de Jesús que ha sabido acompañar, sin rendirse; incluso algunos de ellos lo despidieron antes de ingresar en el Cenáculo y decían: “Ver a Sor Edman y David en mi casa, me ha hecho recobrar la fe y la esperanza en Dios”. Sí, queremos ser Siervas de Jesús, esperanza en un mundo herido. Él no se cansaba de repetir la frase escrita en el llavero, con la que todo empezó, se la mostraba a sus familiares y se los regalaba; se va extendiendo así, directamente, la devoción al Venerable Mariano José.
Y la última gracia fue averiguar dónde se encontraba el hijo de David, con el que desde hacía años había perdido el contacto y solo recordaba que lo visitó alguna vez mientras estuvo en un centro de acogida… Dimos con él: el niño se encuentra con una familia de acogida y su exsuegra está muy pendiente de todo, alegrándose también del cambio que veía en David; incluso le enseñó algunas fotografías, lo que produjo mucha paz y alegría en David, y era un motivo muy fuerte para empeñarse en su proceso. No nos cansábamos de dar gracias a Dios.
El domingo 23 de febrero David, acompañado de un voluntario que lo llevó en su coche, se fue a Ibi (Alicante) para ingresar en el Cenáculo, allí convivirá con más chicos en su misma situación y en distintos procesos de rehabilitación. Nuestra comunidad sigue rezando por él, para que pueda recuperarse y emprender una nueva vida.
Agradecemos, de todo corazón, a nuestro padre Mariano José, su presencia e intercesión en todo este camino de conversión y sanación liberadora de David. Y a él le encomendamos con esperanza las vidas de tantas personas que pasan por nuestro comedor social y que, además de la urgencia de un plato de comida ofrecido con amor, necesitan aún más la “asistencia” del corazón, capaz de transformar y dar sentido a la vida.
Sor Edman Vásquez SdJ
Vallecas (Madrid), marzo 2025
