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“Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad” (Salmo 39)

Jesús se ha fijado en mí y me ha llamado para ÉL, para ser Sierva de Jesús de la Caridad, para ser una hija más en el corazón de nuestra Santa Madre.
He sentido la mano de Jesús caminando conmigo durante los 11 meses de postulantado, he sentido su mano cuando he caído y me la ha tendido para levantarme, la he sentido cuando me ha dado el “empujoncito” para seguir caminando, he sentido su mano y su silencio cuando le he preguntado muchas cosas y sobre todo he sentido que su mano me acogía cuando recibí la noticia de que podía escribir mi carta pidiendo el ingreso al noviciado el primer domingo de adviento, una inmensa alegría inundaba mi corazón, podría decir que hasta no lo creía, agradecí mucho por esta gracia. Mi Jesús, respondía a mis preguntas, entendía entonces que sus silencios tenían un ¿para qué?

Mi comunidad me acompañó en todo momento, cuando les conté se alegraron conmigo, es lo bonito de vivir en comunidad, que una alegría tuya también los es para la comunidad. Durante mi preparación para la toma de hábito, goce de la dicha de ser guiada por el P. Oscar, quien fue orientando este camino de retiro con el ejemplo del Beato Carlo Acutis, unas palabras del Papa Francisco y una pequeña reflexión de San Francisco de Asís sobre la evangelización; todo esto iba acompañado de ratos de silencio y mucha oración, sentía que era llevada al desierto para ser hablada al corazón, como dice en el libro de Oseas, también como parte de mi reflexión personal tome algunas reflexiones del Hermano Rafael. Mi alma está embargada de tantas intenciones y propósitos, pero así como Jesús en el desierto sufrió tentaciones, también esos propósitos pasaron por allí, con dudas, miedos, en esos momentos recordaba la figura de María que también me acompañaba y cuando la miraba me consolaba el corazón, “el amor la tenía en pie”, yo también quiero vivir así, amando, abandonándome. Doy gracias a Jesús por su presencia Eucarística, que acompaño estos días de retiro.

La toma de hábito fue el 8 de enero, día en que como familia religiosa celebramos el aniversario de la aprobación pontificia del Instituto. Presidió la Eucaristía el P. Ricardo Ochoa, con quien concelebraron dos sacerdotes, ayudados en el servicio por el diácono Jaime.

Aún resuenan en mí estas palabras: Querida Judith ¿qué pides? La respuesta es un sí para toda la vida, también pedía a mi familia religiosa me enseñará a caminar en este camino de consagración viviendo más profundamente mi entrega a Jesús y sobre todo la vivencia del carisma. Un momento especial fue salir de la capilla de postulante y regresar de novicia, son gracias muy especiales que me impulsan a decir: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”, “Sí Madre, sí hasta el final”.

En la homilía, el P. Ricardo dijo que este es un pequeño pasito de los muchos que tendré que dar en el seguimiento de Jesús, camino, verdad y vida. En ese camino hay momentos de gozo y también momentos difíciles, que hay que tener un corazón manso, humilde, y estar disponible también para que la gracia llegue a mí a través de mis hermanas. Que Jesús me revista de su presencia, para llegar a ser un evangelio viviente. Que el AMOR y el SACRIFICIO sean mi exigencia, que me revista del amor, que el amor lo es todo y que, como nuestra Santa Madre, procure hacer mi centro en el Corazón de Jesús.

Doy gracias a Dios por mi familia, mis padres, hermanos, amigos, quienes a través de las redes estuvieron presentes. Agradezco al Señor por mi familia religiosa, por M. Elisa Quiroz y Madres del consejo, por las hermanas de las diferentes comunidades que vinieron y por las que con sus oraciones también se hicieron presentes, por la Comunidad de Villa Lugano que tuvieron tantos detalles y especialmente agradezco a mi Madre Maestra por su acompañamiento, cercanía y paciencia conmigo, gracias Madre Yanilda. No pueden faltar mis queridas hermanas del noviciado, compañeras de camino, que me brindaron en todo momento su cercanía y me colmaron de cariño.

“Mi vida está en Dios y es para Dios no la deseo para nada más”. Mi deseo es hacer vida en mí estas palabras de mi Madre Fundadora, Santa María Josefa y que ella me enseñe también a amar a Jesús y a vivir en amor y sacrificio.
Sor Judith A. Rivas Machuca, SdJ.

 

Sor Judith A. Rivas Machuca, SdJ